PHINCA SAN JULIAN
Descubrimos San Julián en 2015, un viñedo histórico a punto de desaparecer. Era mayo y las vides aún no habían sido podadas, lo que indicaba que algo no iba bien. Al preguntar, nos enteramos de que los propietarios tenían previsto arrancar este viñedo centenario para replantarlo en un terreno más llano y fácil de manejar.
San Julián es todo menos ordinario. Enclavado en un barranco escarpado, sus estrechas hileras siguen los contornos naturales del terreno, lo que hace imposible la agricultura mecanizada moderna. Sin embargo, con caballos de labranza, pudimos cuidar las vides como se habían cuidado en tiempos pasados. Compartiendo espacio con más de 20 árboles autóctonos y frutales, este viñedo rebosa biodiversidad, un recuerdo vivo de cómo era Rioja en otros tiempos.
En esta pequeña parcela de media hectárea, descubrimos una notable diversidad de más de 10 variedades de uva, cada una de las cuales contribuye al carácter del viñedo. El nombre de San Julián es la denominación histórica de la zona, pero cuando lo vi por primera vez, cubierto de vegetación y lleno de vida, me sentí como si estuviera entrando en un jardín de hadas. Esta cualidad onírica inspiró la encantadora escena de la etiqueta del vino.
Con los últimos ahorros de mi vida, rescaté San Julián, decidido a preservar este raro pedazo de la historia de La Rioja. Su impresionante aislamiento y su entorno virgen lo convierten en el lugar perfecto para la agricultura biodinámica, libre de la influencia de las prácticas agrícolas modernas. San Julián es más que un viñedo; es un homenaje al pasado y una celebración de la resistencia y la belleza de la vida.
